Un Ritual Interior a la Luz de la Luna

Mi cuerpo va sintiendo una purga. He decidido sacar aquello que llevaba guardado durante tanto tiempo, escondido en cajones oscuros, en un lugar tan seguro que la Madre Tierra lo eligió como base para crear. El femenino me ha hablado. Me siento, me transformo, me abrazo, me uno. El universo me abraza, y yo lo abrazo a él.
Sentir, y sentir… seguir sintiendo un vacío hondo. Mi alma se vacía de recuerdos, de momentos, de sentimientos. Se trasladan y se acomodan de diversas maneras. Mi cuerpo actúa y yo le dejo.
Han sido memorias que han moldeado mi ser, algunas sin que yo lo supiera. Descubrí que existían unas llaves de color puro y hermoso. Llaves que me han dado libertad, que me liberaron de la culpa, de la vergüenza, de la rabia y del dolor. Finalmente, pude comprender otras partes de mí misma.
Descendí por un profundo acantilado que, junto a rocas y aguas estancadas, me invitaba a conocer. Allí empezó el primer movimiento, abriendo espacio a algo más profundo, dándome perspectivas y ángulos de pertenencias ajenas, de eventos que decidí esconder, de voces de otros siglos que comenzaban a hablarme sin que yo supiera por qué.
En este camino trabajé con las fases de la luna, dejando que cada una determinara un tema a explorar, removiendo sentimientos primarios.
La Luna Nueva me llevó al encuentro del dolor. A través de vapores nocturnos y hierbas místicas, fui escuchando sus susurros sabios que entraban al útero, el creador de todo. Allí, generaciones de mujeres de mi linaje habían dejado mensajes: asuntos no resueltos, secretos sagrados. Un fuego enorme empezó a quemar lo que ya no servía, transformándose en lágrimas de comprensión. Aires apresurados salieron de mi cuerpo, quemando violentamente lo obsoleto.
Luego llegó la Luna Creciente, que trabaja la tristeza. Esa tristeza de lo que no se resolvió, de lo que se integró sin ser comprendido. Lo que no tuvo pausa, ni acompañamiento, ni paciencia.
Cada noche me sentaba en aguas, sumergiéndome en el mundo de las emociones. Mis aguas se mezclaban con hierbas como la Artemisa, diente de león, camomila y la rosa blanca, que las brujas sagradas han usado durante siglos para conectar con los misterios del inconsciente. Entonces, sueños reveladores emergían, y los traumas estancados salían, como un parto necesario.
De pronto, comenzó a surgir una sensación de reconocimiento y ussssn empoderamiento feroz, aunque crudo, casi inimaginable. Mis emociones y yo nos íbamos fusionando, como un mar de cuerdas que se desenredan para encontrar su propio rumbo.
Nuestra próxima faceta fue la Luna Llena, con ella empecé a sentir una gran incomprensión. De repente, me encontré con un sentimiento rebelde, sintiendo una fuerza más fuerte que la propia marea. Un fervor en mi cuerpo, gritos, ansias, una violencia contenida que me desgarraba lentamente. Rompí en llanto sollozante, y me abracé como nunca me había abrazado. Lágrimas pesadas como toneladas caían y mi cuerpo se sentía más ligero, más endeble. Los susurros de esa niña, mujer, mamá, abuela y otras capas de la fuerza femenina soltaban el amargo sentimiento de alguna vez haberse separado del amor, de la creación, del calor humano y haber habitado la fría y oscura caverna de la rabia. Así fue como mi cuerpo depuró algunas amargas experiencias.
La Luna Cuarto Menguante trajo la preparación para parir la muerte. Y ¿qué significa parir la muerte? Fue una conversación dura, después de haber estado en un encuentro tan íntimo con una verdad invisible a mis ojos, pero tan presente en mí. Ahora debía enfrentar otro tema profundo: la muerte de partes de mí que ya no habito. A veces, nos acostumbramos tanto a convivir con aspectos molestos de nosotros mismos, que olvidamos que sanar también es despedirse. Permitir un nuevo orden, crear un espacio para las partes de uno mismo que están opacadas por otras. Me llené de valentía y dije: “¡Sí, vamos a morir!”
Mi último ritual, juntando un poco de todos los elementos usados previamente, con agua y fuego, fue un momento muy especial. Sin miedo y en el dulce confort del silencio, se creó una atmósfera potente. Me sentí protegida por todas las que me acompañaban. Un orden de todo mi sistema ancestral y femenino se apoderó de ese cuarto. Creamos una corte, un círculo de apoyo. Con movimientos circulares, mis caderas y vientre se expandían. Sentía un eco vibrante queriendo salir de mí. Me canté canciones que me acurrucaban y sentí la enorme alegría de poder estar ahí, presenciando un acto lleno de simbolismo, en un cuarto oscuro que se sentía más iluminado que nunca. Sentí paz, y me quedé allí observando todo este proceso que jamás imaginé hacer.

Me acaricié lentamente y ofrendé a la Madre Tierra mis últimas aguas, mis últimas lágrimas de un hermoso proceso que me transformó. Me conectó con la mujer que soy y me hizo sentir que esa memoria celular habla con mil décadas de sabiduría. Comprendí que cada vez que me sienta perdida o fuera de lugar, puedo recurrir a ella. Ella siempre tendrá mis secretos, mis grandezas. Será mi baúl limpio, donde el orden y el amor reinan.
Durante este proceso, conté con una gran guía: Catarina. Una mujer sabia, joven y gentil, que fue mi amiga, hermana y mentora de luz. Este fue ya el segundo acompañamiento que hice con ella.
Catarina Catalão es yoni terapeuta, dedicada al trabajo con el sagrado femenino y las medicinas naturales. En un artículo anterior compartí mi experiencia durante una ceremonia que viví junto a ella y su pareja en Furnas, São Miguel.

Si te interesa conocer o trabajar con ella, aquí te dejo su contacto. catarinacatalaooliveira@hotmail.com - +351 912 270 259
Realmente no hay palabras suficientes para agradecer su hermoso trabajo.
Gracias por estar aquí leyéndome. Espero que lo que comparto sea de alguna manera medicina para tu camino.