Un Adiós es una bienvenida
Queridos,
Estuve ausente y volvi con unas ganas enormes de despedirme con algunas palabras honestas de mis vivencias este último año.
Decidí escapar a una isla en medio del Atlántico para conectarme, organizar, limpiar y vivir con más calma mi mundo interno. Mi escenario se convirtió en un viaje paralelo entre el mundo onírico y la realidad. Mis sueños parecían mi realidad, y mi realidad, mis sueños. ¡Qué gentil la vida nos abraza cuando decidimos parar!
La muerte, silenciosa y omnipresente, danza en cada fractal, caminando pasito a pasito. A veces lo emula con la paciencia meditativa de un monje en la falda del Himalaya y, otras, con la brusquedad de un cerrar de ojos que nos arranca de este cuerpo. Nuestros huesos bailan al ritmo del universo, nos mueven y acompañan en las aventuras que nuestra mente ingenua va queriendo traspasar, explorando los vastos escenarios que este mundo rico nos ofrece.
El travieso mundo de la vida nos enseña que el verdadero camino es el autoconocimiento. Las personas, los paisajes y las situaciones son espejos que reflejan nuestra sombra, esa sombra cansada de recorrer tantas vidas para decirnos las mismas cosas. Mirar hacia adentro es más importante que mirar hacia afuera.
Este año 2024 particularmente me enrosqué de cabeza para ver todo de manera diferente, de abajo hacia arriba, como la carta de tarot del Colgado. Simbólicamente, nos habla de un sacrificio positivo, de aplicar paciencia por una causa noble, y ¿qué más noble que nuestro propio cuidado? Indagué en un cenote profundo para ver la claridad de mis aguas.
Esa escucha me habló de organización emocional y de conexión con la naturaleza, algo que requiere tiempo y paciencia para poder sincronizar. Mi pareja me dijo algo que marcó profundamente: “Para percibir el tiempo, hay que reducir la velocidad”, y a través de esta reflexión entendí la física cuántica.. Solo así se abre espacio para crear y comprender que el tiempo es una variante efímera en nuestra existencia.
Hoy veo atrás lo que fue mi vida y solo agradezco cada segundo, cada molécula que me rodeó y acompañó. Cada experiencia cumplió un enorme cometido, como tragos dulces y amargos que forman una mirada más flexible y capaz de crear empatía y compasión.
Y yo, queriendo ser una parte del océano para poder ir a todas partes, también entiendo que ya soy parte de este infinito y denso caudal de suaves y fuertes mareas que componen las danzas primitivas y primordiales de nuestra existencia.
Me encontré con la dura verdad de que para mí decir "No" es una de las tareas más difíciles. Mi flexibilidad y docilidad se revelaron finalmente como uno de mis más antiguos enemigos. Decidí observar la bóveda celeste y escuchar los susurros de la luna: energía femenina, salvaje y renovadora, que me llevó a estados catárticos de vida y muerte.
Me enamoré, y me di la oportunidad de crear de nuevo una historia romántica conmigo misma. Simultáneamente, apareció un caballero de tribus otomanas, con ojos de almendra y costumbres ancestrales. Me muestra, de manera sencilla y profunda, lo que es el amor y la importancia de compartirnos equitativamente.
Decidí decir adiós a muchos retazos de mí porque creo firmemente que el cambio es el ritmo palpitante de esta caminata. La transformación se convierte en un abrazo cálido de Dios para seguir habitando con más ligereza este regalo divino y sagrado.
El año se está yendo, desmantelando su frágil velo, como margaritas en invierno cayendo pétalo a pétalo. La proximidad de un nuevo año promete esperanza, un cálido sentimiento de que todo será posible. El futuro se viste con los mejores trajes que el imaginario pueda crear.
Te abrazo y te deseo que siempre puedas alcanzar lo que deseas, mantén tu salud y celebremos la vida.
¡Feliz 2025!