Los Ecos del Alma
Siento que tengo tiempo que no les escribo.
A veces estoy, y a veces no.
Aunque siento que estoy, hay momentos en que una extraña sensación me invade:
¿Dónde estoy realmente?
Fácilmente, en el día a día,
me sumerjo como un submarino que desciende lentamente en aguas profundas.
Voy adentrándome en mundos desconocidos,
donde los encantos de las sirenas,
los colores de los corales
y la vida de especies exóticas
se acercan a saludar,
a invitarme a una nueva trama.
Y ahí voy,
entrando en ese mundo lleno de esencias y fantasías.
Un mundo que me distrae del monótono ritmo de la vida agitada
que a veces habito.
Me siento y sueño.
Sueño largo y tendido,
en paisajes de infinitos colores,
de figuras que se desdoblan,
que desfilan hasta convertirse en personajes.
Personajes que cantan palabras,
que se vuelven poesía.
Esa poesía se une y forma montañas,
altas montañas que hablan con la sabiduría
del desierto silencioso,
que vibran fuerte,
y cuyos ecos dejan huellas de acertijos que debo descubrir.
Me hablan de mí,
me hablan de él,
me hablan de asuntos del alma
que solo se levantan con el fuego.
Son nudos que arden si se deja de amar,
incendios que solo caudales cristalinos pueden saciar.
El cimiento de tan complejo asunto
se convierte en un pajarillo,
uno que salta de aquí y allá,
creando agitación y curiosidad,
llamando y gritando:
¡Es amor lo que tienes que dar!
Así transcurren los segundos,
que a veces parecen días.
Minutos que se transforman en años.
Y yo sigo sentada,
observando cómo existo en varias líneas de tiempo,
paralelas, entrelazadas en tramas profundas y desconocidas.
Observo, escucho y elaboro esta teoría:
La verdad de la existencia es despertar del gran sueño.
El sueño que creemos realidad.
Te abrazo.